Chica de Artó

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martes, 4 de marzo de 2014

Más allá del perdón


V. Torres Zorrilla

¿Se puede querer a alguien que nos ha hecho daño? Es una de esas preguntas que salen rápido de la boca, pero que se quedan flotando, acompañándonos en silencio mientras fingimos no verla porque en realidad intentar darle respuesta es atravesar descalza el puente colgante de los suspiros. Nos hace adentrarnos en el cuarto de los recuerdos amontonados y ya sabemos que ahí hay muchas cosas rotas que no hemos podido arreglar y que de tanto estar a oscuras se han petrificado así, en trozos.
Supongo que dependerá del daño, del vínculo con la persona que nos haya herido, de si el puñal vino directo al corazón o fuimos tocados al pasar abriéndonos la mejilla de refilón en una carrera por matar a otro, pero dependerá sobre todo, del perdón.
La escritora Amy Tan afirma que el que dice perdonar una infidelidad o el abandono de una madre, miente. Yo sobre las parejas no podría aventurarme a soltar una sola afirmación, porque creo firmemente que lo que ocurre al interior de una relación de dos es imposible de sondear desde fuera, pero sí estoy de acuerdo en que el abandono no se perdona, ni el de una madre, un padre, o del que nos protegía con su amor.
No se logra perdonar. Se intenta con pastillas y psiquiatras, rezos y cantos, con distancia y silencio, con copas llenas de vino tinto, pero creo que no se consigue más que arrinconarlo increpándolo con tesón.
Me sentí desbordada por la impresión de entenderlo así. Que efecto tan determinante y rotundo puede tener un acto que muchas veces es sigiloso, o que no entendemos, que sólo vivimos como alejamiento sin saber, hasta más tarde, lo que nos ha pasado.
Cuando alguien que nos cuidaba, que suponíamos eterno en el abrazo protector nos deja, la ausencia congela de golpe al cariño. A veces no es que nadie se mueva hacia ningún lugar, a veces el que te posterga estando siempre a tu lado te hace el mismo daño que el que no está, porque también falta.
El abandono es como tantas otras cosas, tiene muchos pliegues, se sirve de máscaras y es tramposo, pero el que lo vivió o cometió sabe reconocerlo bien. En cualquier momento de la vida el efecto será la marca afectiva a partir de la cual vendrá todo lo demás, lo bueno y lo malo. La desolación hará crecer amargura, pero pese a ella, o en otra habitación, seguiremos queriendo al que nos desamparó o al que se fue para no volver.
No sé por qué es así, tal vez sea por deber, por voluntad de superarnos o sólo por crecer, pero es cierto que podemos amar a quien nos ha hecho daño.
Ha sido desencadenarme un poco comprender que puede ser así, que podemos querer atravesando la herida. Sin cura, sin olvido, sin absolución; porque tiempo, enfermedad o muerte, logran disolver muchos rencores, pero muchas veces; todas las veces, no alcanzan para perdonar o que nos perdonen.
No es obnubilarse de hipocresía querer sin haber perdonado, es que a veces el cariño es una mala hierba y no por eso deja de ser cariño.

2 comentarios:

  1. Increíble. Pensé que estaba loca al hacerme exactamente la misma pregunta. El primer párrafo .. desgarrador. Te aplaudo de pie.

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    1. Hi Pau... gracias, muchas. No hay nada como el comentario amable de un buen lector. Y no estás loca, no , te lo digo yo que sé de locura y de interrogantes circulares.
      Agradezco tu aplauso con una reverencia.

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