Chica de Artó

Chica de Artó
Artó

miércoles, 30 de agosto de 2017

Arena en los ojos: mirada de camello.



Hace un par de noches le leía a mi hijo un cuento que resultó ser la descripción más precisa que nunca haya visto sobre la desilusión.

Me quedé hipnotizada ante la exactitud, la visión certera y concisa de algo que cuando se vive parece no tener fin y resultar insoportable.

Los camellos de tanto buscar -sin conseguirlo- algo más que arena en el desierto se quedaron con la mirada triste. Y aunque ahora encuentren un oasis están tan convencidos de que en el desierto no hay nada más que arena, que no logran verlo ni bebiendo de su agua.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Perdón


Llevo días dándole vueltas al asunto de perdonar. En cómo funciona, cuándo aplica, quién lo reparte, quienes lo pedimos y por qué.
Y, a día de hoy, me parece un asunto lleno de rarezas.
A ver; vamos y le infligimos a otra persona un daño que, siendo clásicos, suelen ser putadas como casas. Traiciones, elaboradas mentiras, infidelidades (que lleva de todo un poco), horribles faltas de respeto, lluvia de decepción por fallar cuando más se te necesita, etc.
Entonces, hacemos el desastre, nos pillan (porque nunca es por auto-reconocimiento) y en vez de quedarnos calladitos, aceptar estoicamente el revestimiento de insultos y decir “lo siento” entre lágrimas. Nos atrevemos a pedir perdón.
A pedirle al lastimado, a ese y no a otro, que vaya y, encima, nos alivie con su perdón. Ese mismo al que hemos jodido tiene que absolvernos para que podamos seguir viviendo mejor y más tranquilos.
Dime rara, pero yo lo veo como que es mucho el morro.
Joder, si alguien te acaba de hacer sangrar por donde más te duele, de qué vas ir tú a limpiarle la culpa.
¡Que se la limpie solo, coño!
Que lo escriba en un papel y lo tire al mar a ver dónde acaba eso.
Que lo perdone el señor del quiosco, el del quinto o el del cielo, pero a propósito de qué te voy a perdonar yo que me acabo desayunar con tu mierda.
Por poner un ejemplo que es ya una tradición (cosas que le han pasado a otras personas, jamás a mí), tu pareja lleva un tiempo (x) acostándose con otra y como explicación te dice: “No significó nada, era sólo sexo, perdóname, fue sin querer”…
Déjame pensar… ¿Cuál sería una respuesta adecuada?
“Ahhh, claro amor mío, dicho así, tiene mucha lógica, fue sólo sexo, ven pa’quí que te cubro con un manto del más puro amor para hacerte olvidar esos terribles encuentros de sexo salvaje”.
Mmmm… como que no lo veo.
Se me antoja más un: “¡Que te den por el santo ano!”.
Yo no veo claro que si alguien decide irse con los amigos cuando más le necesitas, te miente, rompe principios fundamentales, hace estallar una confianza que creías de hierro o te abandona, pueda ir tan ancho a ponerse bajo el paraguas de la buena voluntad.  
No estoy diciendo que no haya que perdonar. Las madres perdonan hasta el fin de sus días, pero las madres. Las madres y todo aquel que quiera y pueda pasar por alto las canalladas sufridas, que lo haga. Estupendo.
Cuando perdonamos por lo general es porque sabemos cosas que el otro no sabe, por conveniencia, por miedo y por otros argumentos bien poco nobles. Pero eso ya es otra historia…
Yo sólo digo que cuando hacemos algo que está mal, a todas luces vistas, mal. Mal aquí y en la China popular –y lo digo habiendo estado en los dos lados de la moneda, como cualquiera que tenga más de 8 años–,  no deberíamos esperar la inmediata redención por parte de la persona a la que hemos fastidiado.
Creo más bien que toca lamentarlo mucho (aunque sea por educación), comerse las consecuencias, indemnizar con dinero (y no con flores o mierdas varias), trabajos forzados o servicios sociales, pero me parece que esperar otra cosa distinta a un insulto, es mucho pedir. 

lunes, 20 de febrero de 2017

¡Te adoro!


Cuando pienso en las personas que en el pasado me han dicho que me querían y miro a las que me lo dicen ahora. Me dan ganas de matarlos a todos.
El cariño entre adultos es una mierda. Está tan condicionado… Sujeto a tantas cosas y todas ellas tan frágiles.
Un “te amo con locura” hoy por hoy puede significar que después de un concierto imperdible, o de un clásico de fútbol, o de un porro con amigos,  enseguida vengas tú como opción, como buen plan o compañía ideal (y siempre y cuando lleve posibilidad de folleteo).
Y esto se puede trasladar a todos los otros ámbitos donde tus seres queridos te tienen por “importante”. Que no se cruce en el camino de tus hermanos un fin de semana con piscina, o una fiesta en el club de moda, o una nueva conquista amorosa, porque quedas suspendida en el aire, aunque se te estén cayendo las paredes encima.
No quiero hablar sólo como víctima de la desatención, porque seguramente yo hago lo mismo. Y Dios sabe lo suripanta que he sido con algunas personas… con esas que me han querido tanto.

domingo, 22 de enero de 2017

Dos preguntas, un destino.


Tengo dos preguntas girando en mi cabeza, una por un lado y la otra por otro, desde hace muchos días.
Parece que cada una fuera por separado, pero lo cierto es que me he dado cuenta de que están mucho más unidas de lo que me gustaría.

1)¿Hasta dónde somos capaces de llegar por no estar solas? Y 
2)¿Qué precio tiene tratar siempre de hacer lo correcto?

Me parece que hacemos un esfuerzo titánico por hacer lo correcto. Unos más que otros, claro. Pero más allá de que el mundo es lo que  es, con la injusticia asombrosamente bien repartida, veo a diario a muchas personas dejarse la piel por hacer “lo correcto”. 

Ojo, que no me refiero a hacer el bien en plan Gandhi, sino a hacer lo que se espera de nosotras, a cuidar de nuestros padres, a proteger a nuestros hijos, a cumplir con nuestras obligaciones, a ser responsables, a no dejarnos llevar por el lado oscuro de la noche, etc.

Vivimos aferrados a la idea de que hacer lo que "nos toca", es lo mejor y que cumpliendo con ello alcanzaremos, sí o sí, el bienestar; seremos bendecidos y podremos dormir convencidos de que estamos a salvo del “karma”.