Hay palabras que no soporto, algunas me violentan y otras me
perturban, como el “maraca” chileno, que es la versión criolla de puta, pero
vulgarizado hasta el extremo. Y ahora vuelto a poner de “moda” por unos
iluminados empresarios, hijos de empresarios y nietos de empresarios, que han
hecho de lo “popular” un excelente negocio.
Ni “maraca” es divertido ni “te voy a meter no sé qué hasta
no sé dónde…” es un halago, simplemente porque por definición un halago tiene
que agradar y no puede ser obligatorio tener que verle la “gracia” al tan mal
llamado piropo callejero porque de lo
contrario eres una amargada o “tonta grave” como encima se permiten llamarnos a
todas las personas que no compartimos ese “sentido del humor” tan de macho
campestre.
La costumbre de piropear con groserías a las mujeres por la
calle es una tradición en muchos lugares (en otros está tipificado como delito)
que se cobija bajo el manto de otro atributo enaltecido a cualidad y con denominación de origen: la
“picardía”; un recurso que sirve para todo. Para insultar con chistes,
inmiscuirse en asuntos privados, para robar, para mentir y también para
mantener al machismo como emblema nacional.