Chica de Artó

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Artó

viernes, 6 de febrero de 2015

Batallas caducadas

 Lo que para uno es un nueve para el otro es un seis.


Hablaba ayer con unas mujeres a las que quiero mucho, y a las que además, me une la sangre. Una de ellas no podía entender el comportamiento descariñado de alguien muy importante en su vida . “¿Cómo es posible que sea así conmigo?”, decía, refiriéndose a que una de sus hijas no es todo lo afectuosa y atenta que ella espera.

Yo, con toda la sutileza que soy capaz de tener (que a veces no es mucha) le intenté plantear que, tal vez, había algo… cierto rencor antiguo que aún está ahí clavado y que le impedía a su hija ser más amorosa. “Tal vez faltaste cuando ella te necesitó”, le dije. Y hasta me permití citar hechos concretos por los que, tal vez, su hija podría ser un poco fría. Pero ella mencionó otros y acabó segura de que la indiferencia de su hija nace de un corazón frío y celoso que se alimenta de cierto gusto por el conflicto.

¿Y te digo algo? Acabé  encontrándole bastante razón.