Chica de Artó

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Artó

jueves, 30 de abril de 2015

Las aburridas mañanas de una ama de casa



Hace poco un chaval mató a un profesor e hirió o otras dos personas en un colegio con una ballesta. El chico tenía esquizofrenia. A partir de ahí ya no habría nada más que comentar porque se trata de un niño de 13 años con una enfermedad incurable.

He mirado con estupor cómo en los noticiarios se empeñaban en buscar el origen del mal y se hacían no pocos esfuerzos por demonizar al niño, a su familia y en crear una “causa” que pudiese rellenar horas y horas de programación basura donde se buscaba especialmente la imagen de la madre del “monstruo”. 

Lo peor de lo peor se podía ver en televisión a primera hora de la mañana.

Los matinales deberían estar prohibidos. A esos políticos que tanto les gusta permitir y negar derechos deberían plantearse seriamente retirar de todas las programaciones televisivas del mundo esos abominables programas que hacen creer a las amas de casa que el cáncer se cura con bicarbonato y jugo de limón o que es su signo del zodiaco lo que rige toda su existencia. 

viernes, 17 de abril de 2015

Todo pasa por algo


Mi madre decía que las coincidencias no existen. No daba más explicaciones y uno tenía que interpretarlo como podía. Pero lo decía con tanta firmeza que no dejaba lugar a dudas.

Desde que no está no paro de sentir que tenía razón y que todo pasa por “algo”.

Las personas que se cruzan en nuestro camino, por mucho que nos pese, siempre dejan una huella, y nuestro interactuar con ellas desencadena cosas que para bien o para mal despiertan sentimientos, nos enfrentan con una debilidad o nos descoloca y nos pone a prueba.

Cuando algo sale mal la angustia  puede hacernos perder la templanza más férrea, el foco vital o incluso el amor propio, pero si conseguimos respirar hasta alcanzar la calma, habrá servido  para ejercitar el autocontrol y sacarle brillo a nuestra nobleza.

Porque Dios no nos pone pruebas que no podamos superar, decía mi madre. Y yo le creo. 

lunes, 6 de abril de 2015

Señales de la naturaleza

Estaba hablando con un amigo sobre la naturaleza, los animales, el paisaje humano y cómo, de maneras distintas, muchas veces lo que nos rodea nos indica cuando estamos haciendo algo mal… A muchas conclusiones no llegamos, la verdad, porque entre que no estuvimos de acuerdo en la mayoría de los puntos y que hacía frío, lo dejamos.

Me vine pensando que yo suelo quejarme de lo duro que es ser adulto y extrañar la infancia casi exclusivamente porque es un periodo en que otro toma las decisiones, te dice siempre qué hacer y resuelve –aunque sea mal– los nudos vitales que nos rodean para que no tengamos que estar en estado de alerta permanente. Sí, en serio, se llega a sentir nostalgia de eso.

Y llego a casa y mi hermana enojadísima me dice: “Ya soy grande y puedo hacer lo que quiera”. No me reí más porque no tenía más tiempo, porque lo cierto es que es justo al revés.