Cuando somos tan jóvenes que ni siquiera sabemos que somos
jóvenes, nos atormenta nuestro cuerpo. Piernas, tetas y culo se llevan la Palma,
nariz y pelo les siguen de cerca.
Y pasamos años, tal vez los mejores años de nuestra vida,
desde un punto vista físico-biológico (y objetivo), lamentando lo que creemos
no tener y que, claramente, tenemos. Qué pena no saber que nunca seremos más
bonitas que en ese momento.
Es una lástima, ¡eso sí que es una vergüenza!.
Toda una vida luchando por ser lo que no somos y compitiendo
a contracorriente por ser como las chicas que salen en las revistas… También
sin saber que ellas nunca serán como nosotras y nosotras nunca seremos como
ellas, simplemente, porque todo es mentira.