Hace un par de noches le leía a mi hijo un cuento que
resultó ser la descripción más precisa que nunca haya visto sobre la
desilusión.
Me quedé hipnotizada ante la exactitud, la visión certera y
concisa de algo que cuando se vive parece no tener fin y resultar insoportable.
Los camellos de tanto buscar -sin conseguirlo- algo más que arena en el
desierto se quedaron con la mirada triste. Y aunque ahora encuentren un oasis están
tan convencidos de que en el desierto no hay nada más que arena, que no logran
verlo ni bebiendo de su agua.