Chica de Artó

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Artó

miércoles, 30 de agosto de 2017

Arena en los ojos: mirada de camello.



Hace un par de noches le leía a mi hijo un cuento que resultó ser la descripción más precisa que nunca haya visto sobre la desilusión.

Me quedé hipnotizada ante la exactitud, la visión certera y concisa de algo que cuando se vive parece no tener fin y resultar insoportable.

Los camellos de tanto buscar -sin conseguirlo- algo más que arena en el desierto se quedaron con la mirada triste. Y aunque ahora encuentren un oasis están tan convencidos de que en el desierto no hay nada más que arena, que no logran verlo ni bebiendo de su agua.


Esto ocurre de tanto “comer” arena, de tanto esperar cosas que jamás llegan de personas que están hechas de arena, y de no ser capaz tú mismo, muchas veces, de no dar más que arena.

Se nos ha quedado la mirada triste.

Y luego, aunque estés frente a un manantial de la más dulce felicidad, tú sólo ves arena.

Es nuestra mirada, no “lo mirado”, lo que ha perdido su esplendor.

La decepción se ha metido en el corazón. Y ha logrado anidar en él.

Muchas veces estamos libres de culpa y no es más que la puta vida la que se empeña en darnos golpes sin esperar a que nos levantemos del primero para darnos el segundo.

Hay desilusiones que nos caen encima como pianos desde una azotea, sin que tengamos más que mala fortuna.

Pero hay otras veces en que creyéndonos poseedoras de poderes ocultos al sentido común, vamos y nos adentramos en el reino de las causas perdidas porque… bueno, no sé, ¿porque queremos?.

Yo confieso que, más de una vez, me he metido en el país de las dunas con grandes expectativas porque creo que tengo cualidades divinas y que con mi encanto natural haré crecer margaritas en el mar. 

Tengo un punto ingenuo que bebe de una sobre dimensionada autoconfianza. Y me excedo en esperanzas, deseos y apuestas (fallidas) que me han dejado con la mirada triste porque resultaron no ser nada más que un pozo seco.

El problema es que puedo ser yo mi misma el mayor obstáculo. Porque una vez que la realidad me aplasta con alguna cruda verdad,  la tristeza me nubla, me pierde, desencanta e inmoviliza mi razón.

Porque la tristeza congela el corazón y diluye el optimismo.

Es verdad eso de: “Lo que no te mata te hace más fuerte” y que la vida te puede dar tantos palos que, sí, te curtes. Es cierto que resistes cada vez más. Aguantas y puedes con todo lo que te echen.

Pero la mirada se vuelve triste.

¿Cómo quitarte la arena de los ojos entonces? No tengo recetas.

Pero se me ocurre que una manera estupenda sería que viniese un guapo (que te quiera mucho de verdad) y te dé tantos besos en los ojos que borre todo rastro de pena de ellos. De pena, de arena, de desilusión o de amargura, y de paso, nos deleite con un polvo cósmico.

Y lo que también ayuda mucho es vernos como supervivientes. Y valorar esa fuerza bruta que tenemos para salir adelante contra todo pronóstico.

Después de todo, científicamente hablando, un estallido es una liberación de energía.


#valor #cósmico #liberación

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