Las mujeres chinas están de moda. O al menos eso parece. Con
la modelo Liu Wen como ícono, se ve que hay una generación entera de chinas que
ha alcanzado posiciones en lo más alto. Encabezan las listas de mujeres
millonarias, son legión en cargos directivos a pesar de la cultura - vamos a
decir “patriarcal”- que impera en el
país del dragón, son mayoría en las universidades, encabezan logros deportivos,
son las que más viajan, las que más gastan, además han llevado adelante una
verdadera revolución sexual logrando perder la virginidad antes de los 24, y
todo esto en apenas 20 años.
Después de mirar los datos queda una moraleja muy rara
porque todos estos “logros” están muy, pero muy relacionados con la política
del hijo el único que ha hecho que millones de mujeres se vieran prontamente
libres del deber de la crianza para lanzarse a la conquista del mercado que ya
no se rige por ningún lema comunista sino al grito de “Enriquecerse es glorioso”.
Por la misma razón (y cierta manipulación a la hora de
elegir a este único hijo), ahora en China hay más hombres que mujeres, lo que convierte
a las chicas en un bien escaso que les permite, por primera vez, elegir con
quien casarse o, incluso, no casarse. Todo esto en las grandes ciudades y a
partir de la clase media hacia arriba. En el campo y para los menos afortunados
la realidad sigue siendo muy opaca.
Este cuento chino de exportación me hace pensar que el despegue
de las chinas es llamativo por exótico y abultado en número, pero aquí, donde
estamos tú y yo, también nos va cambiado el panorama. Al menos en cifras y por
supuesto no para todas ni en todas partes. Pero los mismos datos chinos se
pueden trasladar a nuestra realidad donde las mujeres también vamos por delante
en las universidades (lo nunca visto), comprando por internet, en productividad
laboral, yendo al cine y leyendo.
¿Se traduce esto en igualdad de sueldos, acceso a puestos
directivos o cargos políticos? ¡Nop! Por eso en muchos países se ha hecho
necesaria una ley de cuotas que ayude a romper con las barreras tan férreamente
establecidas por el hombre blanco y católico que se ha empeñado durante muchos
años en cerrarnos la puerta por fuera.
Los que ya se están espabilando, y mucho, son las marcas, que aunque sea sólo para vendernos
algo, han dado un vuelco a sus estrategias publicitarias, donde casi siempre la
mujer no es más que un objeto sexual o decorativo, para intentar conquistarnos
situándonos en otro plano.
Hasta en los comerciales de coches y licores, tradicionalmente
dirigidos por y para los hombres (Mercedes Benz, Martini…) ahora se nos busca.
No obstante, me da le sensación de que muchas no somos
verdaderamente conscientes de nuestro valor. Nos cuesta sentir que tenemos
derechos, darnos libertad, sentirnos y comportarnos tal y cómo queremos. Me da
la impresión de que además de toda la resistencia que nos opone el medio,
nosotras mismas nos permitimos muy poco.
Tengo amigas absolutamente autosuficientes, independientes y
solteras que no logran desprenderse de ciertas culpas y viven o escondiendo o
explicando muchos de sus actos por alguna clase de temor al "qué dirán".
Según me cuentan, tiene que ver con la reputación, el respeto, cierta formalidad, la familia que no entendería si... Una serie de factores (externos) que ocupan demasiado lugar, dejándonos un espacio muy reducido para movernos con amplitud.
Aquí y en la China popular somos lo más, lo más apetecido,
lo más buscado. Nos quieren, nos desean y nos necesitan. A esto hay que saber sacarle
el partido que nos deben y conseguir quebrar
el servicio al que estamos mal acostumbradas.
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