Chica de Artó

Chica de Artó
Artó

martes, 14 de mayo de 2013

Flor de un día.


Ciclos, vueltas, rotaciones, giros… Un día algo está en un sitio y al cabo de unas cuántas lluvias ocupa el lugar contrario. Esa persona a la que amábamos con locura ahora es un desconocido al que preferimos no nombrar. Las vueltas de la vida marean y a veces, no se puede con las náuseas.

A propósito del diversamente celebrado Día de la Madre, leí y escuché varias veces aquello del amor incondicional. Cierto, absolutamente cierto. Y también tropecé con cientos de alabanzas, manifestaciones de cariño y muestras de admiración y gratitud. Y leí que las madres hacen cosas por amor, sacrificios, y no esperan nada a cambio (imagínate aquí unos ojos muy abiertos).
En el jardín de las madres no quiero entrar hoy porque para eso hay que estar muy bien equipado; es como adentrarse en la selva Amazónica y, lo más probable, es que termine por perderme. Pero, desde ese bosque voy a irme por un sendero señalado como “lo hice por amor”. Amor de verdad, amor profundo, amor al prójimo, compromiso de amor, amor de amores, todo por él.  Para entendernos: cuando hacemos algo por otro.
Qué cosa tan ambigua, tan poco definida, tan envenenada y resbaladiza. Hacer algo por otra persona, hacer algo por amor a otro.
Yo me pregunto cuándo eso está bien hecho y cuándo es un error como una montaña, o más bien, como una duna. Cuándo hacer algo por otro no es un poco engaño o  traición. Insisto, vamos a dejar fuera a los hijos y sus madres.
Todo fue por amor, se lamentan muchos al comprobar que la performance, por muy bien intencionada no era tanto acción como actuación y terminó por ser un hoyo.
El amor hacia otro y el querer que ese otro nos quiera nos hace, muchas, muchas, muchas veces ir a contracorriente y doblegarnos en nombre de ese amor que, por descontado, es algo bueno. Que nadie piense que me refiero a actos de sumisión o similares.
Estoy pensando, por ejemplo, en irse a vivir  a esa preciosa casa en la punta de la nada, desde la cual él disfruta impresionado de las noche estelar, y donde hay un maravilloso y reparador silencio que a ti te resulta aterrador. Esto, que es una tontería, lo quiero utilizar como ilustración para acercarme a lo esencial. A ese ir dejando fuera, no sólo lo que es muy importante para nosotros, sino aquello que nos define, porque el equilibrio del amor así lo requiere. Dejar de trabajar, dejar de cantar, dejar de leer, dejar de pintar, dejar de bailar, de comulgar, dejar de estar a solas…
También están los grandes propósitos, dejarlo todo, irse a otro continente, irse al sur del sur, cambiar lo que tienes por lo que vendrá, dejar tu vida para ocupar la de otro. Eso es como hacer un tejado con paja. Afírmate cuando venga el viento.
Yo he hecho, y mejor dicho, cometido estas fantásticas proezas. Sí, he hecho cosas que necesitaba para ser feliz. Pero la felicidad es giroscópica, tiene fuerza centrífuga, se polariza. No es una columna romana, no es un pilar de mármol.
Sabiendo esto, habría que procurar no ejercer de Gandhi sin haber estado un solo día  en la India,  porque vivir fuera de uno mismo es como aguantar la respiración. El acto de amor para que no termine en fugaz amapola tendría que ser acometido en un campo de batalla que nos resulte lo más propio posible, si no el viento. El viento que nos hace perder los papeles.  

4 comentarios:

  1. Siempre me exiges replantiarme, me gusta mucho





    V.C.J

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra contribuir a tu replanteamiento. Es muy positivo, además de entretenido ir armando y rearmando la carga por el camino.
      Es un desafío que, por pequeño que resulte, te llena de vida.

      Eliminar
  2. Nada como el amor de mami y el propio jajajaja que se quite todo lo demás...

    Lomy

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estoy de acuerdo! No hay como el amor de mamá!
      ¿Pero te imaginas que bastara? ¿Te imaginas que nos bastáramos?
      A probar, a probar y a hacer lo posible para que sea intenso y divertido, pero sin dejar de ser nosotras mismas porque si no, no habrá valido la pena.

      Eliminar