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A veces no es que nos tomen por tontos, es simplemente que
nos dejamos mecer en el vaivén de las mentiras porque son suavecitas y embriagadoras.
He pasado de estar asqueada por creer que desde la
televisión nos mienten para someternos, que desde las revistas nos engañan para
que veamos un mundo que no existe, que los de la publicidad son unos malvados
que no saben de límites con tal de hacernos caer en la trampa, y que ya no se
puede con tanto canto de sirena, a sentirme muy orgullosa por darme cuenta, para
inmediatamente dejarme caer y acariciar encantada por el embrujo del engaño.
Si te fijas verás que hay mentiras para todos los gustos, no
así verdades que son mucho más difíciles de digerir, áridas y amargas,
incómodas y hasta explosivas, además nunca tienes la seguridad total de que lo
sean. Las mentiras en cambio, llegan a sentar bien, unen a la gente -en
particular a las familias- tienen efecto reparador, son constructivas y son
absolutamente auténticas.
Es balsámico que nos digan que estamos igual que hace diez
años, cosa científicamente imposible, pero muy edificante.
A la mentira en sí, súmale que cada uno escucha lo que
quiere escuchar y que entendemos sólo aquello que nos interesa. La amalgama es
perfecta.
No sé tú, pero yo he escuchado mil veces eso de “la vida es muy corta para amargarse”, “más disfrutar y menos pensar” y demás versos
sabios que nos dice la gente que está bien informada. ¡Qué temperatura más
ideal hay bajo el manto del convencimiento de que todo es cuestión de cómo se
mire, que los límites son móviles y que la energía positiva mueve montañas! Los
ignorantes son buenas personas y los tontos pueden ser muy simpáticos; no así
los que no quieren ver el lado bueno de las cosas que son unos desagradecidos
que se condenan a la infelicidad.
vogue.es |
Me encanta, especialmente, poner atención a los poderes
rejuvenecedores de un pinta labios rojo, el aroma revitalizante del champú de
lavanda, el rímel que alarga las pestañas como alas de mariposa y la crema que
borra toda una vida de angustias en 72 horas. Me declaro seducida por el
encanto de la cosmética y su maravilloso efecto embellecedor. Me resulta
magnético mirar esos preciosos frasquitos con soluciones para casi todo. Me
gusta comprarlos, coleccionarlos y combinarlos para exterminar cualquier posible
inconveniente que pueda traer el día.
El banco nos quiere, el Oscar siempre se entrega a la mejor
película del mundo, los del seguro nos cuidan, bebemos vino porque es
antioxidante y las luces ecológicas que cuelgan de nuestras lámparas nos convierten
en salvadores del planeta.
Es así, no dudéis porque lo que corresponde es ser persona
de buena fe.
La vida es bella y tú más, porque nadie te juzgará nunca por
tu aspecto, ya se sabe que lo que importa va por dentro.
Todos, estoy segura, anteponemos nuestro propio bienestar
con tal de preparar a nuestros hijos para el futuro, por eso los apuntamos a
todas las actividades extraescolares que existen y en verano los mandamos de
colonia. Nos aguantamos las ganas de pasar más tiempo con ellos, por su bien.
Además, corro, me lavo los dientes tres veces al día con
pasta blanqueante, como verduras y bebo la
recomendada agua mineral que me hará eterna.
Y como aprendí en Chile que se debe decir al terminar la
jornada laboral ¡Te juro, es verdad, los quiero a todos demasiado!
Estas igualita que hace diez años!!!!!!! porque si hay algo que no cambia es la manera de enfrentar la vida y decir unas cuantas verdades :)
ResponderEliminarvalita
Valita, es verdad que, en cierto aspectos, estamos iguales. Yo creo que si volviéramos al colegio o si en la vida hubiese "inspectoras de pasillo" nos anotarían igual, tendríamos la misma etiqueta de chicas con mala conducta porque seguimos teniendo la pluma parada. Se nos habrán caído otras cosas, pero la pluma no.
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