Chica de Artó

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Artó

viernes, 27 de marzo de 2015

La trampa de la virginidad


Buñuel diijo: "El sexo sin pecado es como un huevo sin sal", pero tampoco se trata de pecado, sino más bien de sal.

"Virginidad", el sólo término a mí ya me pone los pelos de punta. Me indigna la idea de confrontar el pecado con el deseo. Y más si es al comienzo de la vida sexual, cuando todo son inseguridades y miedos.

Hay una serie de televisión que está arrasando en USA, “Jane the virgin”  que además de ser toda una oda a los estereotipos culturales, hace apología de la virginidad en un tono de parodia que no por divertido deja de ser muy cuestionable.

Ya he dicho que básicamente pienso que cada uno puede hacer lo que le dé la real gana con su cuerpo, pero esto de la virginidad femenina me parece francamente medieval, pesado, estúpido y cínico a más no poder. Una herramienta perversa más para controlar a las mujeres.

Se nos manipula desde niñas para asociar la sexualidad al amor entendido como “pureza”, entrega en exclusiva, fidelidad y flores blancas que debemos cuidar y no entregar hasta haber pasado por el filtro de la aprobación  divina o paterna. Castidad es belleza y nos aporta un supuesto atributo único.



Yo personalmente no le atribuí nunca el menor valor a la mal llamada virginidad. Nunca permití que se me valorara por una membrana vaginal que no tiene la más mínima utilidad desde el punto de vista médico; pero que resulta fabulosa para dejarnos convencer de que somos preciosas sólo por no acostarnos con nadie. A la vez que a los chicos se les incita a perderla cuanto antes.


Para empezar, muchas veces el sexo, una relación sexual quiero decir, no tiene la menor importancia y esto puede ocurrir tanto la primera vez como la última. ¿O acaso la primera, la segunda o la tercera vez han sido más trascendentales que la vez que te entregaste al placer con decisión y emoción aunque haya sido cinco años después de “perder” la dichosa virginidad?

Sentir que perdemos algo al perder la virginidad es una trampa. Perdemos cuando no hacemos lo que realmente queremos hacer. Perdemos si se nos convence de algo sin que sea esa nuestra verdadera voluntad. Perdemos si nos dejamos valorar por otros sin tener confianza en lo que valemos por un conjunto de cosas que suelen estar más arriba de la cintura.

Nos dicen que antes de tener la primera relación sexual hay que estar muy segura ¿Más segura que cuándo? ¿Más segura que ahora? Siempre hay que estar segura ¡por dios!. Segura de querer hacerlo, segura de que es nuestro deseo y con seguridad en nosotras mismas… y con protección por descontado. Lo demás son pamplinas machistas, añejas y estrategias de manipulación.

Honestamente, asignarle un número y ordenar cronológicamente nuestra vida sexual, es quitarle todo mérito a momentos únicos que nada tienen que ver con  un lugar en el tiempo, sino con una persona, con el cariño, con la intensidad del deseo, con una coincidencia inexplicable o una conexión especial que aunque haya ocurrido la semana pasada te hace feliz y te estremece algo más que una membrana.

Esas son cosas únicas y no el himen.

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