Chica de Artó

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Artó

viernes, 20 de noviembre de 2015

No es edad para inocencias


Dos veces en poco tiempo me he visto frente a hombres distintos hablando sobre cosas que, al parecer, no sabían.
Pero la que se ha quedado de piedra soy yo.
Sorprendida ante sus ojos abiertos, sus silencios nerviosos y sus risas forzadas y hasta un pequeño enfado para enfatizar la negación: “eso dirás tú, pero no es mi caso”. Nunca es su caso.
¿No es tu caso? No se trata de ti. No es nada particular. Así son las cosas, no más.
Hace poco dije que la mujeres nos callamos y, entre nosotras, no nos contamos la verdad sobre demasiadas cosas. Pues entre los hombres parece que pasa un poco lo mismo.
Y debe ser por eso que no saben que en el matrimonio la felicidad es una variable y no una constante y que la sagrada unión, con el tiempo, se vuelve cada vez menos sagrada. Se pierde interés y las puertas del deseo se abren cada vez menos en tu casa y más en portales menos familiares.
Se me hace raro que un hombre grande, vale decir, de más de 30 no entienda bien de qué va el asunto de estar en pareja y se sienta traicionado por la vida cuando descubre que todo es mucho menos “ideal” de lo que él pensaba.
Debido, probablemente, a que ha visto demasiado cine americano, a hablar poco con su padre o a creer sólo en una forma muy rígida de amor… Pero bueno, también es cierto que 30 años no son muchos y que es más o menos esperable que aún crea en eso de “y vivieron felices para siempre”.
Por lo demás, hay que reconocer que a cualquier edad es algo difícil de aceptar. No es fácil asumir que la vida en pareja se debe despojar de ideas románticas, para teñirse de un cariño donde la alegría viene por disfrutar de la compañía del otro más que de vivir torrentes de pasión.
Lo que ya no es tan propio, digo yo, es que no sepan que el rendimiento sexual de un hombre se resiente considerablemente con el paso del tiempo y que a partir de cierta edad su querido miembro viril deja de ser tan vigoroso y obediente y que la vida es dura, pero las erecciones cada vez menos.
He visto con asombro cómo se les queda carita de bolero cuando se les dice que tal vez antes de los 50 años (siendo amable con la cifra) ya no podrán hacer lo que quieran cuando quieran y que se tendrán que contentar cada vez más con cosas como dar paseos de la mano con su pareja, ir a cenar, ver el Netflix juntos o comentar las noticias y con eso sentirse agradecidos de estar juntos en vez de aspirar a tirarse a una de 25. Básicamente porque no se lo podrán permitir.
¿Y como Mick Jagger,Berlusconi o Menem que se casó con la Boloco? Preguntan los inocentes. Ay, hijo mío, porque ellos pertenecen al 1% de la población que puede comprarlo todo, pero para el resto de los mortales, una Viagra de cuando en vez ¡con suerte y bajo control médico! No vaya a ser que lo que se te pare sea el corazón. Y desde luego no será para tirarse a una modelo de Victoria’s Secret.
Si se entiende tan poco de nuestras propias limitaciones estamos condenados a ir cometiendo errores ridículos, como dejarte coleta con unos restos de pelo de lamentable espesor, colgarte un pendiente y acabar coqueteando con las amigas de tu hija.
No se trata de renunciar a los placeres carnales. Todos nos movemos por instintos básicos, pero desde el origen de los tiempos un macho alfa tiene sólo un tiempo para ejercer y luego será la sabiduría y el entendimiento lo que lo mantendrá satisfecho mirando lo que ha construido y no anhelando algo jamás volverá.

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