Chica de Artó

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Artó

miércoles, 13 de enero de 2016

Castrados


Hay un término chileno que una vez tuve que explicar, entre no pocas risas, a un grupo de amigos extranjeros.
¿Qué es ser un “calzonudo”?.
En España se dice “calzonazos” y no es sólo el hombre que se deja gobernar por la pareja como dice la RAE, porque no es sólo cuestión de hacer caso, sino también de temer. De temer a la reacción en caso de desobediencia, de callar, de anularte y de ceder hasta límites insospechados, tal vez no en apariencia, pero sí en lo fundamental.
Como supondrán, yo conozco a varios. Porque todas conocemos a uno.
Tengo un amigo que tienen prohibición expresa de hablar conmigo o mantener cualquier forma de contacto. De hecho su mujer me envió un mail para certificar que así era y que “él” estaba de acuerdo con la medida. ¡Lindo mi amigo!, otra cosa no sé, pero tan buen marido que es.
Tengo otro amigo que me llamó por teléfono con mucha angustia en su voz para pedirme que cuando quisiera hablar con él, mejor le enviara mensajes de texto … porque su mujer le revisaba la lista de llamadas y entonces era un embrollo explicarle con horas y minutos el porqué de nuestras demasiado largas conversaciones. Con ése por lo menos ahorré en teléfono.
Otro que se escondía en el baño para hablarme. Hasta que para ayudarlo dejé de hablarle completamente.
Y he visto palidecer y acojonarse hasta la lividez a más de uno que no duda en ir de macho por la vida, dando golpes en la mesa y todo, cuando su mujer le pregunta de sopetón con quién estaba o le lanza un paralizante “¿Dónde vas?”.
Y luego veo a otros, que sin ir de machos, pero sí de muy modernos, tienen que esconder o borrar cualquier comentario en Facebook por temor a que se pueda “mal interpretar”. Y cuando digo temor quiero decir temor de verdad.
¿Qué está pasando?
Vale que cada pareja tiene sus reglas y que ahí mejor no meterse, pero es como un derecho universal y fundamental poder tener ya no te digo amigas, sino privacidad. Nadie espera que nuestras parejas estén de acuerdo con todo lo que hacemos, pero tampoco tenemos porqué vivir bajo la lupa de la Gran Hermana ¿o sí?
Más allá de la vigilancia a la que estamos todos sometidos, me voy a mojar extrañando, añorando y deseando cierta virilidad en el comportamiento masculino que se ha perdido en favor de una mal entendida armonía conyugal.
Tuve amigos que pasaron de firmar los correos con un “Te quiero mucho” (que, dime loca, pero no le veo nada de malo) a “saludos” porque les revisan los mails… No se me ocurre nada más desalentador que eso. 
No en el hecho de que se los revisen, porque eso ya no está en sus blandas manos, pero sí en ese aceptar como normal la posibilidad de que los escudriñen como a colegiales de primaria.
Uno de los aspectos más llamativos de este asunto es que extrañamente, este comportamiento tembloroso de ellos, coincide con las sociedades más machistas. Es allí donde el fenómeno del “calzonudo” se aprecia más y mejor.
Como se puede ver, el machismo, que es una conducta nefasta para nosotras, también puede hacer de ellos unos castrados. Porque el entenderse mutuamente como posesión, no ofrece ventajas.
No, si como se mire, el machismo al que, visto lo visto, habría que ir pensando en cambiarle el nombre, es una desgracia.

2 comentarios:

  1. Virgencita me quede con el que estoy... jajajaja

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  2. Ya te digo! siempre puede ser peor, jajaja.
    Gracias por leerme.
    Besos.

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