Chica de Artó

Chica de Artó
Artó

martes, 11 de junio de 2013

Hasta que te encuentre.


Antes de perseguir un deseo, claramente, hay que elaborarlo. Encontrar, de entre todas las cosas que conoces o sospechas que existen en el mundo, una para perseguir. Esto, que parece sencillo, es toda una rareza y, sobre todo, un desafío a la dificultad.
Admiro a todo aquel que va a por lo que quiere, porque es excepcional, un ser fuera de lo común.
La mayor parte de las personas queremos (aparte de a nuestras siempre respetadas familias), cosas que, como son inertes y sólidas, se podrán aprehender o no, dependiendo de nuestra capacidad y/o fortuna; y he aquí donde quiero detenerme porque es lo que marca la diferencia.
Si alguien quiere tener una casa con vista al mar en la que las cortinas combinen con los sillones tiene muchas más posibilidades de llegar a la meta. Están también esos que quieren desafiar a la naturaleza llegando a cumbres de montañas, batir records de velocidad o tirarse a un precipicio con alas de plástico. Muchos de ellos, ya se sabe, mueren en el intento. Les ponen una placa en su pueblo porque, por lo general, no se encuentran ni los cuerpos. Son valientes.
El que me despierta más admiración, en todo caso, no es el que desafía a la muerte, sino aquel que, en la vida cotidiana va decidido hacia lo que desea.
Puede ser… un invento revolucionario, el reconocimiento mundial hacia un talento, la construcción de una gran obra, la perfección en algo que soporte el papel, el sonido jamás escuchado, tantas cosas, y el amor. 
Todos estos deseos tienen en común que hay que ir trabajando al encuentro, y también, que su consecución no depende únicamente de nosotros ¡Me cachis!
Muchos de esos perseguidores incansables, parten sin saber que la fortuna es la que determinará el destino, pero muy pronto, por el camino, se dan cuenta de que, o se alinean las estrellas o naranjas de la China. Y lo admirable, y lo que a partir de entonces los transforma en excepcionales, es que siguen en la misma dirección. Imperturbables en el deseo. No tozudos, nada tiene que ver con la detestable terquedad. Está mucho más relacionado con la imaginación, con la ilusión y la certeza. Lo que se quiere es eso o nada. No se conforman con la buena salud, con el buen hacer ni con la pensión.
Admiro al que no pierde de vista su flecha aunque todas las demás indiquen la dirección contraria. Esa fuerza, tan asociada a la juventud, la veo esplendorosa, sin menguar con el tiempo, en aquel que pudo descubrir lo que quería y no deja de irle detrás.
Por el contrario, veo al que no pudo imaginar nada, diluirse de tedio entre los minutos de un reloj atronador.
Hace unos días vi a uno de esos seres que saben lo que buscan, encontrarlo. Vi el cumplimiento de su deseo y me llené de encanto. No porque yo sea buena (que también), sino porque su felicidad llena de razón mi admiración. La coincidencia de lo buscado y lo encontrado, afortunadamente, se produjo.
A los seis años se empezó a gestar en mí, el primer deseo. Como no venía nada parecido, corrí detrás, pagando todo lo que hay que pagar por ello. Casi veinte años después, lo conseguí. 
Inmediatamente, surgió otro deseo, aún más grande, pero ni las estrellas ni nada se alineaba. Un día lo escribí en un trozo de papel y lo colgué en un árbol de granadas.
Un magnífico día de invierno se cumplió el deseo. Pero no tengo miedo, porque ya tengo papel en el que escribir más.

2 comentarios:

  1. Que ese papel sea un rollo muy grande y que todos se te cumplan...





    V.C.J

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  2. Y escribir más, escribir más y más, y más...

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