Sabina |
Y sigo yo pensando que aquí todo el mundo está desquiciado,
y mira que lo digo yo, que soy totalmente “locapordento".
Pasado y superado el proceso de adaptación, me encuentro
finalmente con mi estado natural y me doy de bruces con las razones que una vez
tuve para tomar distancia.
Un día alguien dijo: “Chile tiene dos problemas: la
delincuencia y la familia”. Aquí, en mi
país, nunca me han robado, sólo te digo eso.
Cuestiones sanguíneas aparte, me doy cuenta de que el temple
local no se debe sólo a una alimentación rica en picante, sino también a que la
mayoría de las personas vive desde las entrañas. Hombres y mujeres, todos,
actúan movidos por los más profundos (o profanos) sentimientos.
Los hombres están todo el tiempo adulando a “las
minas” , con el piropo en la punta de la lengua, intentando a ver si, por obra o gracia, les sale un polvo, un roce
o un tocamiento casual. Todos, sin excepción te miran el culo y las pechugas
como primer saludo… luego ya veremos.
Y las mujeres, ¡ay las mujeres! Muchas hembras, muchas de ellas demasiado ocupadas en mantenerse firmes y vigentes como para darse real
cuenta de lo feo que es el mono que tienen delante. La lucha entre féminas es feroz, y va mucho más allá de lo
que un solo hombre pueda significar.
Y esto no se queda ahí en la calle, en el bar o en el asado,
trasciende (con normalidad) a la vida profesional; desde la colocación de ladrillos hasta la
creación del artículo ley para moderar la estafa bancaria; todos llevan sus
emociones y pulsiones por delante, y al rato te ves con las uñas afiladas y el
escote bien marcado para poder caminar sin ser empujada al abismo.
Tiene su gracia, lo reconozco. Te ves obligada a estar en
permanente estado de alerta. De ahí debe venir el punto vivaracho que se nos
achaca desde el norte del mundo. Siempre
a la defensiva, siempre pendiente de la palabra no dicha, pensando mucho antes
de utilizar este o aquel adjetivo para no ser mal interpretada en el reino del
mal entendido.
Es agotador estar siempre evitando la trampa, huyendo del apretón
no deseado, digiriendo traiciones y zancadillas de gente a la que apenas
conoces y no volverás a ver en tu vida. Es muy vital esta manera de existir.
Reconozco que es mucho más exigente e intenso de lo que parece desde afuera, esta
misma intensidad es lo que hace que en sólo tres semanas tengas sólidas
callosidades morales. Los bíceps del cinismo te brillan a poco de haber
empezado a correr el maratón por llegar a fin de mes; y sin perder de vista la apetecida
medalla de conseguirlo habiendo pisoteado, por lo menos, a uno.
De alguna manera me sentí
mucho más joven de lo que en realidad soy. No sé si por las niñerías en
que me vi envuelta o porque el ritmo es como el que llevaba a los 15 años y que
desde hace más de 15 años no practicaba.
No es casualidad que aquí la gente muera antes que en
Europa. Ahora, puede que tenga mucho más
gracia, eso no te lo discuto, pero hay que tener unas ganas incontenibles de
hacer el juego del “corre que te pillo” los siete días de la semana.
Y ya sabemos todos
como acaban siempre las carreras, uno gana y todos los demás pierden.
Ya entiendes porque salgo por las mañanas con mi rifle cargado y al hombro...
ResponderEliminarLomy
Sí, admito que hay que estar preparada para enfrentar la jornada en nuestra jungla particular.
ResponderEliminarAdemás, hay que ir con los ojos bien abiertos y tener en cuenta que el que no corre vuela...