Chica de Artó

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Artó

viernes, 29 de mayo de 2015

Lo que llevamos dentro


"El que nace chicharra, muere cantando", decían en mi pueblo. Aquí, en España se usa “La cabra siempre tira pal monte”. Los dichos o refranes vienen de la sabiduría popular, pero sobre todo son prueba de que el ser humano tiene formas de comportarse que, muchas veces, se pueden resumir en una sola frase.

A una persona normal y corriente le suelen ocurrir varios acontecimientos importantes a lo largo de la vida. El amor marca mucho, también los nacimientos y las muertes. Hay cientos de hechos tristes y enormes alegrías que moldean el carácter y las emociones. Decepciones y golpes brutales nos hacen pensar que ya nunca volveremos a ser las mismas. No obstante, hay gente que pese a todo sigue inalterable en su esencia.

No sé si esto es bueno o malo, pero hasta donde yo he podido ver da un poco de miedo.



A mí por lo menos me da miedo pensar que puedo llegar al final de mis días sin haber conseguido el cambio propio del entendimiento, sin conseguir algo parecido a “saber vivir”.

Cambia la apariencia porque nos cambia el cuerpo, algunos parecen ser otros porque aprenden a quedarse callados, otros parecen distintos porque el atuendo se vuelve más formal; las chicas cambian los piercing por las perlas y a algunos rufianes el cabello blanco y la curvatura del reumatismo les otorga un aire bonachón y sereno.

Es verdad que la experiencia también nos transforma, pero descubro no sin cierto asombro que, por mucho que llueva, las personas sacamos lo que llevamos dentro y demostramos cómo somos –con nuestro rasgo más característico– con total rotundidad cuando la circunstancia lo amerita… Se podría  decir que lo que mamamos nos define para siempre... O tal vez sea por burros o simplemente porque no se puede ir en contra de nuestra propia naturaleza.

Yo lo he visto, no me lo cuentan; el que siempre fue mezquino, acabó arropado por su miseria, la que pasó toda la vida esperando el milagro que cambiase su vida, murió esperándolo; y a aquel que actúa básicamente como hijo de puta, va la vida se lo quita todo ¿y cómo se comporta? Pues como un hijo de puta.

Es cierto que la bestia puede permanecer dormida por largos periodos. Se puede disimular, se puede hacer ver que la madurez nos ha tocado el corazón, que la vejez por fin nos ha hecho valorar lo que tenemos, pero si algo pasa, si algo nos lleva al límite, si hay dinero de por medio, o tenemos la oportunidad…  
¡A la mierda todo vínculo sagrado!, ¡que se pudra la hermandad, las promesas y cualquier tipo de principio!. El respeto es una palabra que empieza con erre y la compasión un buen nombre para la gata. ¿Familia? ¡qué familia ni pollas en vinagre! ¡La vida empieza y termina conmigo!.

Se queda una ojiplática por unos segundos, intentando buscar adjetivos y explicaciones.

Siempre hay razones que el corazón desconoce… Pero por lo general nos movemos motivados por la menos noble, pero más vital de todas las causas: nuestro propio y exclusivo bien.

Y después de haber visto lo visto ¿qué nos queda?. Nada más que esperar que la muerte te pille confesado… O habiendo aprendido a ser humano.

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