Más de una vez habrán escuchado que un viaje se vive varias
veces. Cuando se prepara con toda la emoción e ilusión de partir hacia lo
desconocido, cuando se llega; luego al estar ahí en contacto con otras personas
con unas costubres nunca vistas, ante un paisaje insospechado, en experiencias
divertidas o enigmáticas.
Y las fotos, las miles de fotos que cuando regresamos nos
vuelven a llevar a la fugaz emoción recorrida. Lo rememoramos desde que
desarmamos la maleta y puede que durante años.
Esto no sólo pasa con los viajes.
Hay encuentros, etapas de la vida, noviazgos, aventuras con
amigos, sentimientos que se fraguaron y que aunque no hayan perdurado, quedarán
en nosotros.
Ahí estamos, siempre hablando del colegio donde hicimos
nuestras primeras amistades "para toda la vida", de cuando en la universidad se
nos abrió el mundo, de ese amor que nos dejó una huella tipo cicatriz. De
encuentros sexuales con los que estaremos por años riéndonos con amigas al
calor de un vino.
Son las experiencias que se viven una y otra vez y que nos
harán ser lo que somos, abrazarnos a nuestra vida con cariño porque son
nuestros tesoros y nos han llevado hasta donde estamos.
Para bien o para mal, luego, en perspectiva, serán lo que
forme nuestra memoria y le dará el tono a nuestra voz interior y al carácter.
Como esa vez que nos pillaron mintiendo y nos dio un susto
del que creíamos no nos íbamos a recuperar jamás y que, ahora, nos hace sonreír
a solas mientras bañamos a nuestros hijos.
Hay momentos que voluntariamente borramos por dolorosos,
indecorosos o vergonzosos, pero ni siquiera esos se salvan de tener un lugar.
Me gusta atesorar.
Guardo besos, olores y sabores con
ahínco, pertinazmente. Porque me niego a vivir sólo el ahora… por bueno que
sea.
Odio cuando dicen que el pasado ya pasó… eso será para otros, a los que nada les dejó.
Quiero ser una coleccionista de emociones,
una eterna buscadora de pimienta para la vida, una cuidadosa recolectora de miradas profundas,
de ternura, de escenas con luz tenue y manos que se entrecruzan con afecto.
Adoro los secretos, las
palabras dichas al oído, los sonidos de una respiración agitada o una risa en mi cuello, quiero tener siempre conmigo el abrazo apasionado durante un mes de abril. El adíos de una partida o el fin de amores cobardes.
Conservo un beso en un hombro y con el tiempo lo he bañado en oro y coronado con un rubí,
porque sin él, me convertiría en ceniza.
Al revés de Edit que mira atrás y se convierte en sal…. Yo
miro hacia atrás sin miedo ni nostalgia y me divierto, me completo y me lleno
de ganas de ir a por más.
Y voy, quiero ir siempre a la búsqueda del fuego, de ojos que se cierran para tocar con más intensidad, de corazones que laten agitados y escondidos. Buscar la
provocación de un sentimiento desconocido, persiguiendo con
atrevida curiosidad lo inesperado. Atrapando caricias, palabras nuevas, gotas de sudor ardiente, mordizcos de libertad y horas sólo mías... Hasta que se me borren los labios.
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