La construcción de mundos imaginarios o en paralelo a la
vida real para existir en un mundo que encaje con tu cuerpo, tus sentidos y
tus deseos.
Necesidad vital.
Levantar los pies de la tierra para elevarte. No para volar
perdida a merced de las corrientes de aire, sino para despegar y navegar
en la dirección que marcan tus anhelos.
Fundamental.
Cuando ya no se es uno, cuando ves cómo tu nombre se dice y
usa en vano durante todo el día, y tú –como individuo– ahora tienes la relevancia
esencial de la energía eléctrica… sin la cual todos desesperan porque no
funcionan los aparatos domésticos.
Cuando los roles son múltiples, todos a la vez y ninguno a
tiempo.
Cuando dejas de darte permiso para ejercer tus ideas, cuando ya no
te permites bailar al ritmo de emociones frescas, y cuando empiezas a estar
convencida de que los sentimientos deben ser secretos porque no caben ni el
salón, ni en la cocina, ni en la oficina.
Porque son tantas las miradas que te escrudiñan en busca de
defectos, imperfecciones y errores suculentos con los que alimentar sus feroces
egos y de paso acallar sus profundas inseguridades.
Cuando todo eso pasa de golpe, en la misma vida, a la vez y
para una persona. Yo. Tú.
No queda más que reconstruir el mundo, pero esta vez en otra
zona, para otros fines y con otro código.
Otro mundo. Uno tuyo, muy tuyo, donde
nada de lo que ya existe y que te repulsa hasta la náusea tenga permitida la
entrada.
Tiene que dejar de ser un privilegio infantil el inventarte
la vida. Porque no hay quién pueda con tanta realidad, plana, servil y
monocromática.
“Madura”, “crece”, “estable límites y líneas que separen
esto de aquello”… Miedo me dan todas esas expresiones tan estáticas, tan
normales y tan corrientes.
Ser adulto no puede ser una renuncia permanente. Lo es, pero
no puede serlo.
Por eso un mundo entero para mí, hecho a mi medida y por la
que mejor sabe lo que me hace feliz: yo.
¿Que no es real, que es "pan para hoy y hambre para mañana"?
Qué sabrán los otros que no son más que el infierno.
Quiero confiar en mí, quiero que mi intuición sea infalible
porque lo digo yo.
Me hago cargo de todo, pero quiero seguir queriendo siempre
atrapar una estrella fugaz, tocar la luna, ir en busca de la esmeralda perdida…
Aunque ya no sea “apropiado” armar castillos en el aire.
Yo si no es en el aire, no tendré nunca ningún otro tipo de castillo
y como necesito uno para mí y mi montón de deseos, ¡pues me lo invento!
Simplemente porque me niego a no ser la reina de mi vida.
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