The good wife |
Cada vez que termina “The
good Wife” (la serie) me quedo mirando las letritas hasta que desaparece el
nombre de Tony Scott, que se tiró de
un puente y murió, claro.
¿Por qué se habrá tirado de un puente el hermano de
Ridley? Cada vez que veo las letras blancas
sobre fondo negro desaparecer lo veo a él lanzándose del puente hasta perderse
y también veo a su hermano seguir poniendo “Tony”
en los créditos aunque ya no esté y no puedo dejar de pensar que lo hace para
joder.
Acabo de ir a ver una película donde sale Gandolfini, el de
Los Sopranos, que también se murió y cuando vi que al final le ponen unas
letras doradas, dedicándole la película, me dio la misma sensación de que no encaja,
si ya está muerto, no lo va a ver…
No es que no crea en las buenas intenciones, pero son tan
dudosos todos estos gestos. Es difícil ver homenajes entremedio de tanto
marketing ¿no?
Debo ser yo, de seguro, pero con la Navidad me pasa un poco
lo mismo. Me incomoda y me hace sentir mal, y por distintas razones, me pongo a
pensar en la muerte más que en otras cosas y termino por sentir siempre una
horrible pena a pesar de las luces de colores y los regalos. Me provoca aflicción.
Justo ahora estoy rodeada de gente a la que estas fiestas de
fin de año les encantan, y yo lo intento, sobre todo para no amargar a mis
seres queridos, pero me deprimen desde los villancicos hasta las comidas
familiares. Donde todo el mundo ve un rutilante arbolito, yo veo un incendio inminente…
y pienso en los que faltan (Tony Scott incluido).
Paso rápido por la calle principal llena de gente, música
mal amplificada, y juguetes chillones con la pilas a mil. Comida y más comida y
gritos de gangas hasta debajo de la tierra. Para colmo todas las portadas están
llenas de los ganadores de la lotería, que sólo pone de manifiesto que hay
cuatro que ganaron y millones que perdimos. Y me meto al cine y me quedo hasta
el último… mirando la pantalla en negro y dando gracias por el silencio.
Sé que no soy la única en vivir estos días como algo
agobiante. Habrá gente con razones concretas para sentirse triste, o vamos a
decir “alejada” del espíritu navideño. Yo lo vivo igual que un reconocimiento
ginecológico, que pase rápido, no más.
No voy a mentir, con los años he logrado disimular, pero no
he conseguido despojarme de sentir que en fin de año, o se ha conquistado el
mundo, o no hay de qué reírse tanto.
Una vez alguien me dijo que para ser feliz hay que “re-bajar”
las expectativas, me dieron ganas de pegarle un tiro. Esto era como para
decírselo a nuestras madres y abuelas que se pasaban días cocinando como
esclavas y de regalo de Navidad les daban una freidora.
Pienso que es mucho más honesto aconsejar emborracharse, no
me digas que no.
¡Salud!
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