Foto: Alexis Fuentes Valdivieso |
Hace un par de días me llamaron “oscilante”. Bueno, no es lo
peor que me han dicho, claramente no es un insulto, sino una observación, de
esas bien intencionadas, con la finalidad de ayudarme a mejorar.
Me acordé enseguida de un profe que el primer día de clase nos pidió traer para la próxima una imagen que nos representara ¡Una! No fui capaz, simplemente no logré encontrar de entre todo lo que hay disponible una sola imagen con la que se me antojara quedar representada. Ni un retrato ni algo simbólico, no me puedo asociar a una sola cosa… o condición. Llevé un apretujado collage (haciendo un esfuerzo no menor).
Me acordé enseguida de un profe que el primer día de clase nos pidió traer para la próxima una imagen que nos representara ¡Una! No fui capaz, simplemente no logré encontrar de entre todo lo que hay disponible una sola imagen con la que se me antojara quedar representada. Ni un retrato ni algo simbólico, no me puedo asociar a una sola cosa… o condición. Llevé un apretujado collage (haciendo un esfuerzo no menor).
Con ocasión de la reciente fuga que hice de mi vida
cotidiana para volver al ruedo laboral más intenso, pude comprobar que es
cierto que se puede oscilar, bambolear de aquí para allá, siempre y cuando el
péndulo te lo permita.
¿A qué me refiero? Pues a que uno podrá hacer cosas más o
menos extrañas y fuera de lo común según cómo esté situado. Habrás visto que, por
ejemplo, los principitos de Mónaco suelen estar metidos en quilombos, y la
gente lleva años diciendo: “¡Qué díscola la Estefanía y ahora la Carlota!”,
pues ellas han hecho eso de irse con el del circo porque pueden, porque tienen
una estructura familiar tan "magna" que van, vienen y no pasa nada.
Bueno, pues a nuestra pequeña escala nosotros también hacemos algunas cosas
fuera de protocolo, a veces, cuando se puede.
Ojo, que estoy hablando de ir de un lado a otro, pero sin
perder el centro, de lo contrario estaríamos hablando de ir a la deriva y no de
vaivenes. Se precisa veleta.
Foto: Alexis Fuentes Valdivieso |
Cuando se tiene cierta tendencia a la equivocación, hay que
fijarse bien a quién o qué ponemos como soporte porque si elegimos algo frágil
y decidimos hacer un vuelo sin red convencidas de que estamos agarradas a la
cuerda más fuerte, sin estarlo, el porrazo puede ser monumental.
Yo, sin ir más lejos, nunca me hice un tatuaje porque no
podría asegurar que algo me vaya a gustar siempre. Si me hubiese hecho una
letra china cuando tenía 20 años, que lo estuve pensando… ahora tendría que
andar con un parche porque desde que me enfermé con aquellos rollitos primavera
me alejé completamente de lo oriental. Y así me ha pasado con personas,
lugares, canciones, libros, etc. Mis deseos y gustos son muy poco definitivos,
en cambio hay otras cosas que han pasado a formar la columna desde la cuál yo
me permito oscilar porque sé (o creo firmemente) que estoy bien cogida.
Supongamos que para ti lo esencial es tu trabajo, das la
vida por tu carrera profesional y la empresa, y un buen día te rompes una
pierna y cuando vuelves han puesto tu escritorio en el cuarto de las escobas,
vamos a decir que tu situación era frágil. O, pones a tu pareja como eje de tu
vida entera, entonces llega el día en que tienes que estar en cuarentena y él
va y decide acostarse con tu mejor amiga, mal péndulo aquel. Y así te puede
pasar con todo aquello que sea importante para ti.
Yo, sinceramente, pienso que hago alguna extravagancia de
vez en cuando porque me la puedo permitir y no porque sea tan audaz. Voy,
vengo, tomo decisiones definitivas que luego cambio porque la estructura que
tengo resiste, pero habrá quien no pueda porque intuye que está clavada más que
agarrada. Uno sabe lo que tiene. Nos hacemos la tontas porque es mucho más
práctico, pero saber, la mayoría sabe de qué pie cojea.
“No tengo la receta para estar mucho mejor”, pero creo que
hay que ser lista y no hacer pruebas de resistencia con hilos de papel. Y
cuando algo pase y te veas sorprendida por la fortaleza y grandeza de lo que te
sostiene, llámese novio, empresa, hijos, habrá que aplaudir, pero no muy fuerte
tampoco para no traslucir extrañeza, después de todo hay que intentar hacer
como que sabíamos que la estábamos haciendo de oro desde el comienzo.
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