Sabina |
Fui a la peluquería y por supuesto salí con el pelo veinte
centímetros más corto de lo que quería ¡No hay caso! Le dije, con todo el énfasis que pude, que me
cortara sólo las puntas. Ahora tengo un pelito de nada y 50 billetes menos.
Es demasiado habitual que pidamos una cosa y nos den otra y
que encima tengamos que pagarla como si nos encantara.
Salí con la goma en
la mano para nada más llegar a la esquina atarme, como buenamente se pudiera,
los restos de pelo. Me vine mirando las figuras del pavimento en busca de
razones y en porqué yo no puedo hacer como esa señora rusa…
Los días han estado movidos y también tuve que ir al temido
dentista. Le tengo pánico; cuando me cobra me quedo casi siempre en shock.
Suelen ser personajes muy simpáticos, pero no puedo evitar sentirme como cerdo
en el matadero en sus consultas tan blancas. Te reclinan y ya no tienes ni la
más mínima posibilidad de interferir a tu favor, de hacer algo para asegurarte
que no te fastidien una encía, un nervio y, de paso, te desangren el bolsillo
sin compasión. La entrega es total. Pones el cuello, abres la boca y cierras
los ojos… Que sea lo que Dios quiera.
Me ha dicho el
doctor, un alemán muy de Berlín, que no hay problema para hacerme el aparato
para no apretar los dientes por la noche (férula) pero que, además, me tengo
que hacer también una limpieza con
“fluorización”. Me entrega el presupuesto en un sobrecito, quedamos a las
once del martes que viene y salgo a tomar el aire. Claramente, no necesito una
limpieza (acabo de hacerme una cuando estuve de viaje), pero necesito la
dichosa férula para histéricas que no podemos dejar de rabiar ni durmiendo. Me
joroba que se saque de la manga la limpieza encarecida con flúor y la imponga
como condición para hacer lo que le pido. Miro el papelito con el dibujo de mis
dientes y sus numeritos azules, lo doblo y asumo que voy a tener que pagarle
por la dos cosas, aunque no quiera, y vuelvo a pensar en esa señora rusa.
Cuando estaban arrasando con mi cabellera entró una mujer
con muy poco pelo, una melena hasta el mentón, rubia platino, con un acento tan
duro que la hacía parecer de hielo. Pidió hablar con el dueño que salió ipso facto.
Rotunda, tremenda en su trato, seca, le dijo pausada todo lo que
quería. Por si hubiera alguna duda, traía en un papel anotada la mezcla exacta
de colores y los tiempos, se lo puso en la mano al peluquero y le preguntó: ¿Puede hacerlo?
A los pocos segundos la señora tenía a tres peluqueros
trabajando para ella. Uno le ponía las cremas, otro las toallas, otro ayudaba
con los implementos, sólo el dueño le tocaba los pelos y yo estupefacta de
admiración no me daba ni cuenta de que me iban dejando trasquilada.
En un momento entró una chica que la saludó y así me enteré
que la mujer de ideas claras y maneras precisas era una violinista rusa recién
retirada por una lesión en la muñeca. Como para bromas iba a estar la rusa. Contó
los segundos y determinó cada cosa que le hicieron, vigiló todos los componentes
y fue indicando en qué dirección quería cada uno de sus finísimos y escasísimos
cabellos. Yo, sinceramente, hubiese aplaudido al final… si no me hubiese
sentido tan disminuida mirando mi pelo repartido por el suelo, lo hubiese
hecho, me habría puesto de pie para aplaudirla.
Llegó el martes y tuve que sentarme en la silla del dentista
con mis pelos tijereteados. Me pusieron el babero ese que debe ser, más que
nada, para doblegarte la voluntad y me puse a escuchar la música de fondo en
espera del todo poderoso dentista alemán. Por alguna razón me saludó en inglés
y empezó a hablar en ese lenguaje casi de signos que usan con la asistente. De
fondo sonaba Paganini.
- ¿No?
- No. Quiero hacerme sólo la férula ¿Puede hacerlo?
- Yes
Me volví a tumbar y mirando
el techo impoluto me sentí inspirada por los violines. Hubiese sido genial ir a
algún concierto de la rusa, como para
verla en acción ¿no?
Muy bueno y bien escrito.
ResponderEliminarMe gustaria tener la personalidad de la rusa solo por 5 minutos y creo que mi vida cambiaria.
V.C.J
Sí! Es todo un reto saber lo que se quiere y más aún, saber pedirlo, ir a por ello y hacerlo sin titubear. Determinación es lo que hace falta y que era tan sorprendente en es mujer rusa. No será fácil seguramente, pero podemos empezar por cosas pequeñas y a ver cómo sale.
EliminarUn abrazo.